lunes, diciembre 31, 2007

Año nuevo

-¿El pollo agridulce o con verduras?
-Con verduras.
Me alcanzo el plato y siguió repartiendo comida uno por uno. Habíamos empezado a comer tarde. Eran como las once. Pero en mi familia se come rápido y de a mucho. Si empezáramos muy temprano no nos alcanzaría la comida. La mesa era larga. Dos mesas unidad por el mismo mantel.
-Los perros están enloquecidos.
-Yo puedo ir a tirar aho…
-¡No! Comes primero y después. Ahora no. Come con la familia.
-¿El pollo de dónde es?
Hace varios años que nadie cocina para la fiesta. Fue una propuesta acertada de la rama femenina de la familia, que siempre es la que en definitiva toma las decisiones en forma solapada en mi familia. Corre en sus venas la ambigüedad de hacerle creer al hombre que es el hombre y de manejar las riendas de todo con sutileza.
Después de estar varios días no me entra comida. Como poco en la cena de las fiestas y mucho en el resto del día. Vos quisiste poner música. No solemos poner, pero los más jóvenes vamos creciendo y queremos darle a esto un toque más festivo. Abriste tu mochila repleta de TDK’s. Siempre desordenados. Parecía que reconocías los diferentes tonos del negro del casete porque siempre encontrabas el que querías. Me miraste. Cruzamos miradas porque yo no podía dejar de mirarte. Sonreíste y a mi me tembló el tenedor. Es imperceptible para el resto el amor, entre tanto ruido de cubierto y anécdotas graciosas de la familia. Estabas sentado lejos y lo suficientemente cerca.
Comenzó a sonar ‘I promise myself’. Casualidad no fue. El verano pasado te había confesado que ese tema para mi representaba a las fiestas familiares. Al olor del pollo, a la ensalada de papa y mayonesa. Estábamos acostados sobre el pasto, con el sol dándonos por todo el cuerpo. Vos con la malla roja y yo con remera. Vos apoyaste tu mano sobre la parte de baja de mi espalda, te sonreí. Ingresaste la mano por debajo de la remera y comenzaste a subirla hacia mis omoplatos y en casa centímetro que subía mi cuerpo se estremecía más. Recorrido exquisito interrumpido por los ladridos del perro que anunciaba la llegada de alguien.
Ahora sonaba ese tema. De un casete que sólo vos podías reconocer. Yo, exteriormente insignificante, por dentro era el más feliz de la fiesta. Comiste atragantándote como siempre lo hacías y tomando más alcohol que cualquiera de nosotros. Casi no participaste de las burlas por los equipos de fútbol, y yo por dentro lo agradecía. No veía la hora que se hicieran las doce para acercar mis manos a las tuyas con la excusa de chocar la copa.
-¿Puedo ir ahora?
-Manuel, no, basta. Espera que terminemos de comer.
-¿Sabés quien estaba mal? La hija de Ventura, del kiosco.
-¿Qué le paso?
-Pasame papas.
Las doce llegaron, inevitablemente. Nos paramos. Cruzamos los brazos y las copas entre todos y los más chicos corrieron a la calle a reventar bengalas. Mi tía y mi mamá fueron a buscar el postre helado. Era el primer año con heladera con freezer y ésta era una de sus ventajas. Intenté mirarte pero estabas en tu mundo. Empezamos a salir a la calle. Todos. Y éramos muchos. Quedé relegado. Sólo. Llegué a la escalera, me mire en el espejo y cuando iba a continuar por el pasillo hasta la puerta de salida, me agarraste de la remera desde la escalera, bruto, como eras. Me arrastraste por los escalones hasta que subimos todos los escalones y sobre la pared blanca, que mancho mi camisa azul, me diste el beso de fin de año, que a esa altura, era el beso de año nuevo.

3 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Impecable Juani, me gusta como escribis, ya te lo he dicho en otras oportunidades. Estoy a la espera de Persevera, espero poder leerla algun día.

Besos,

Mati

1:43 p. m.

 
Blogger Mr. Rufus Osmond said...

Sublime!!! Me encantó este relato. Recién llegado a tu blog ( mi actual blog es un cuarto hijo de otros tres blogs que tuve que aniquilar por varios motivos), y pretendo pasar seguido por acá.
Abrazo!

2:03 p. m.

 
Blogger Thiago. said...

Lo mismo digo Juani, divino (gay word) como siempre.

9:26 p. m.

 

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