Umpi, una parejita moderna y yo.
Mi metro ochenta y algo suele molestar a los de atrás, por eso me acomodé sobre una columna. Soy demasiado conciente de lo que sucede a mí alrededor en esos lugares, y no quería molestar a nadie. Me había despertado de una siesta hacía poco tiempo, así que estaba en otra dimensión, como siempre que me levanto de una siesta. Las siestas pueden ser nefastas para mi humor.
Subió al escenario flaco y romántico, en un espacio lleno de arañas y telas blancas que caían desde algún lugar más arriba. Sólo él y un guitarrista. Y aunque estabamos todos ahí por él, con esa actitud de permiso, de 'disculpen por molestar'. Delante de mí se acomodó una parejita. Uno tenía esas remeras tipo marineras, de rallas horizontales blancas y rojas, anteojos de marco negro y pantalones negros opacos. Debajo de la remera, el cinturón de tachas que se repite como el ajo en todos los modelos actuales (si, yo tengo uno, comprado hace poco, para peor). El otro no recuerdo como vestía, pero el corte era desprolijo en su propia lógica. No tenían más de 22, calculo, pero soy realmente malo para calcular edades.
Umpi sostenía el escenario. Miraba a todos quizá sin ver a nadie, y su voz sonaba cercana y vibrante. Lo seguía e intentaba quedarme con cada gesto, pero a la vez podía ver delante de mí los gestos de la parejita. Como si fueran los protagonistas de un video en vivo, se acariciaban y compartían sonrisas de anécdotas cuando comenzaba un nuevo tema.
En un momento Umpi cuenta sobre el programa de radio que escuchaba en Tacuarembó y cómo su madre cocinaba cuando él llamaba para pedir un tema. El chico de anteojos miraba el escenario entusiasmado, y el otro lo observaba disfrutar, como si el show hubiese sido un regalo de él, y seguramente lo era. Umpi destrozaba una lechuga con una cuchilla, descargando frustraciones y broncas y podías sentir el filo maldito atravesando tus recuerdos. El de anteojos parecía temblar con cada golpe. El otro lo abrazo, juntaron sus cuerpos aún más, como protegiéndolo. Umpi reventó y revoleó la lechuga por todo el espacio. Los pedazos caían como lluvia ácida. Fue una liberación. Nadie debería comer nunca una ensalada que ha sido preparada con tanta frustración. O cocinas con amor, o pedís Delivery.
Me fui con la misma sensación que cuando lo escucho. Hay ternura, hay inocencia y poco miedo a ensuciarse. La esperanza que éste mundo tiene un solo fondo, pero yo decido la forma que debe tener. Me quedo con la forma de Umpi.
'que brillen las estrellas
que nada te preocupe
que no esperes nada
que vos des el primer paso
que solamente lo hagas
que no pienses en nada más que en eso
que no pienses en nada,
que no pienses en nadie
ni en vos misma
que ya no tengas miedo a nada
que arrases con todo'
Viñeta Poema California...Dani Umpi